Tiempos pandémicos

Comparto una pequeña reflexión, intuición sobre qué papel juega el tiempo y su percepción en el momento actual.

La pandemia y los confinamientos varios hacen que nos cueste ubicarnos, creo que al malestar se suma cierta sensación de desubicación que tiene que ver con el tiempo, con la percepción de éste.

El tiempo es un elemento inmaterial que estructura nuestra vida, más en sociedades occidentales capitalistas.

Y la pandemia ha cambiado la percepción del tiempo, diría que también su estructura. Es decir, en primavera, el tiempo se volvió circular. Todo pasaba en el mismo espacio, era circular, no sabíamos en qué día vivíamos: ocio, socialidad, trabajo, soledad pasaba en el mismo espacio en el que el tiempo se repetía continuamente

A mediados de verano, cuando empieza la segunda ola, el tiempo se vuelve un presente infinito. Se rompe definitivamente la linealidad progresiva del tiempo con la que habitualmente estructuramos nuestra vida: no puedes proyectar. Estás atrapada eso, en un presente infinito.

Tengo la ligera intuición de que eso está cambiando de nuevo, de que el tiempo vuelve a avanzar, solo que no solo hacia delante, sino también en forma de retroceso, y que cuando lo hace hacia “delante” es un “delante” que no sigue la linealidad progresiva pre-pandemia, es decir, que no sabemos adónde va.

Creo que esa percepción diferente del tiempo es un elemento que contribuye al malestar. A mí, al menos, me aturde, la verdad.

(Por cómo explica las diferentes formas que adopta el tiempo en estos momentos y por mil cosas más, leed esta entrevista a Amador Fernández Savater ).

La escalera de Escher

Entre 2015 y 2019 escribí diferentes relatos sobre la experiencia institucional, sobre lo que veía, aprendía o necesitaba entender. Al salir del búnker, algunas amigas me alentaron a recopilar esos relatos e intentar publicarlos a modo de libro.

He trabajado en ello de manera muy irregular en el último año. Algunos relatos necesitaban un envoltorio, otros simplemente habían envejecido y alguna agrupación de ellos requería una introducción. Ahora, en el repaso final, estoy eliminando mucho de lo que he escrito este último año y también entre el 2015 y el 2019. Sin embargo, lo iré colgando aquí, simplemente a modo testimonial, casi más para mí, como un archivo en abierto, que para otros.

Este textito iba a formar parte de la introducción al capítulo que se titula “Los malos y (algunos) poderosos”, pero me pareció demasiado pretencioso y un poco cutre. La imagen de Escher me sigue pareciendo vigente, pero es obvio que yo no la sé explotar “literariamente”. Me falta estilo escribiendo para hacer lo que quería hacer.

Perros jugando al póker (o Síntesis plástica de la idea de guerra)


Bodegón:

Subir un peldaño para bajarlo en el mismo gesto. Transitar una escalera que conecta con otra apoyado en una barandilla que no se sabe si evita la caída al hueco de la escalera o la propicia. Alcanzar una planta que, en realidad, no es más que el suelo del rellano de la escalera que bajaba. Así es la arquitectura de las casas dibujadas por M.C. Escher. A veces, los sectores que influyen en la ciudad se distribuyen por los (des)niveles de una vivienda de Escher. La última planta de la casa (que bien puede ser el sótano o la segunda planta en un dinamismo constante) está habitada por esos hombres que casi no necesitan figurar, empresas y actores internacionales, parcialmente mezclados con viejas o selectas oligarquías locales. Esas que sabían qué era bueno para sus negocios y lo convertían en necesario para la ciudad, las que ahora buscan (a)liarse con las especies invasoras. Serían los que antes aupaban a los presidentes del Barça.

En la planta de abajo que, en realidad, es la conlindante, al mismo tiempo que podría ser el entresuelo, se sitúan las selectas (y no tan selectas) oligarquías locales, nuevos ricos o intentos de nuevos ricos, los que sí que pujan por ser invitados a los cocktails donde están los del primer nivel (que al poner un pie en un peldaño bajan y suben simultáneamente), a los actos que organiza el Ayuntamiento o que organizan sus propios eventos, que se relacionan bien con la prensa. Son los que en algún momento podrían haber sido o han sido presidentes del Barça (venidos a menos). Los que ilustran esa época en la que los negocios, el fútbol y la política formaban una tríada (sí, aquí también hemos tenido nuestros Gil y Gil, no era una fenómeno exclusivamente español) y ahora cambian el fútbol (o no) por otros menesteres. Los que saben colocarse bien para salir en la foto que toca.

El sótano (que bien podría ser la planta principal) lo ocupan aquellos que necesitan de la acción de los otros dos niveles para existir y operar. Son los que saben sacar provecho de cómo los de los otros niveles configuran la ciudad. Aquellos que, para impresionar, de vez en cuando se colaban en el palco del Barça o se hacían un huequecito en la junta directiva regateándole a la junta interés por el deporte, mientras asisten a los intereses de sus negocios. También pueden ser aquellos que necesitan hacer mucho ruido mediático para reafirmar su existencia, porque si no ésta caería escaleras abajo sin poder asirse a ningún barrote de una planta superior.

Los John Hoffman, Stephen A. Schwarzman; las Elena Massot, Joan Gaspar o Jordi Clos; los Hermanos Bordas o Rogelio. Todos ellos pululan el edificio de Escher en compartimentos diferenciados que se contagian los unos de los otros aun cuando a veces no llegan ni a tocarse. Barcelona Global querría estar en la segunda pero cae al sótano continuamente de la mano de (o empujadas por) las Annas Geners o los hijos de empresarios de renombre que ya solo conservan el nombre, y han perdido el «re» en clave de sol, sustituyéndolo por un «mi» que ya no es clave para nada.

La ruta (del bakalao):

Entrar en la institución puede parecerse mucho a subirse a un bus turístic de la «ruta roja», un itinerario por una vivienda escheriana habitada por lobbies, sujetos legítimos y alimañas de diferente clase que conforman un microclima con el que influir en la configuración de la ciudad. Ese bus turístic entra por la ventana y tiene una de sus primeras paradas en el tercer nivel descrito arriba. Hace una pausa para que los pasajeros podamos contemplar unos residentes poco conocidos: los señores de la noche.
En general, los imaginarios hollywoodienses, peliculeros suponen un obstáculo a la hora de aproximarse a la institución, para acercarse a los actores que conforman la ciudad desde la institución. En general ese imaginario es un problema, en particular, con el mundo del ocio nocturno, es un mapa del tesoro.

En la cola de la disco, la anécdota:
Escribí este texto en mi Facebook en febrero de 2017, me temo que las cuestiones concretas que denuncia han envejecido; sin embargo, creo que continua ilustrando una forma de hacer y de relacionarse con el mundo.

(El texto envejeció demasiado, y el texto que lo introducía está por acabar, pero antes, decidí eliminarlo).